El miedo al futuro como crisis noogena (de lo moral y lo espiritual).
Dra. Elisabeth Lukas
Los hechos que se suceden en el mundo no son
muy halagüeños, pero los hechos no son un destino
ineludible. Son una advertencia y
una provocación para que hagamos saltar la chispa creativa, para conjurar
el espíritu que llevamos dentro y, con su ayuda, pasar de cuestionar el futuro
a responder al presente. Cuando
parezca que los problemas globales ya han rebasado casi por completo los
límites de la solución, debemos elegir nuestras respuestas a los mismos desde la prudencia y el intento de amortiguar
la crisis para evitar, al menos, lo peor.
Un gran número de personas recibe con mucha
atención la información detallada de toda la problemática mundial, pero
desgraciadamente, la interpreta como un motivo o un pretexto para la falta de esperanza y la falta de
responsabilidad. Por ejemplo, a mediados de los años noventa, el círculo
alemán de orientación, realizó una estadística durante tres años con 24.518
clientes de centros de orientación familiar, matrimonial y personal. Los
encuestados debían citar los problemas y necesidades que los habían llevado a
dichos centros. Los datos recabados se ordenaron por temas y sirvieron como
cuerpo de análisis para el congreso de orientadores celebrado en Colonia en
Octubre de 1995. De los resultados se desprendía que uno de los temas centrales
era el formulado por la pregunta: “¿carecemos
de futuro?”.
Con una frecuencia inquietante, los clientes
habían declarado que tenían menos esperanza, que se sentían depresivos, apáticos, sin ganas de vivir, de planear, y que
permanecían en un estado de abatimiento permanente que preferían apartar
distrayéndose y olvidando por algún tiempo.
Si se repitiera la encuesta en la actualidad,
los resultados serían probablemente más dramáticos.
En esta situación hay algo que se agita en el
fuero interno de miles de personas y les pide que den marcha atrás, que cambien
de opinión, que se despierten de su paralización resignada y actúen con un
sentido,, de forma inmediata.
Pero, ¿Cuál
es el origen del miedo al futuro? Comúnmente los médicos, psicólogos y
psiquiatras relacionan rápidamente los síndromes de angustia con neurosis, pero
seríamos injustos con la enorme cantidad de personas que miran hacia el futuro
con justificada seriedad si las tildáramos a todas de neuróticas.
No se puede concebir ningún origen orgánico
ni psicológico en el que radiquen el miedo epidémico al futuro y la falta de
esperanza. Solo se puede entender como una enorme agitación noógena del género
humano. La pregunta ¿carecemos de futuro? Significa en otras palabras: nos
falta el convencimiento de que sería conveniente invertir la inteligencia y el
corazón, la mente, el espíritu y todas nuestras fuerzas en la conquista de un
futuro digno donde poder vivir. Podríamos incluso estar dispuestos a dar un volantazo en un esfuerzo general si
sintiéramos que nuestra existencia tiene sentido. Lo que nos falta no es el
futuro en sí, sino la creencia en un
futuro “rentable” para invertir en él.
¿El futuro es, pues, rentable? Absolutamente!
Más aún, está bajo nuestra
responsabilidad, es nuestro material para crear el cielo o el infierno en
la tierra. Frankl utilizaba un símil Bíblico para expresar esto: “si el
génesis dice que Dios hizo al hombre el sexto día de la creación y descansó el
séptimo, nosotros podemos decir que entonces Dios se cruzó de brazos el séptimo
día y que desde entonces, al hombre le queda lo que hace a partir de sí mismo. ¿Y qué hace Dios? Esperar… y ver
cómo el hombre pone en práctica de forma productiva las posibilidades creadas.
Pero estas posibilidades todavía no se han agotado y Dios espera, descansa,
todavía es sabbat, sabbat permanente.
A pesar de los hechos amenazadores, el futuro
y todas las situaciones de la vida albergan posibilidades llenas de sentido.
En una
exposición de arte, un visitante pregunta a un famoso escultor: “¿Cómo ha
podido crear una escultura yana magnífica?” – La he hecho salir a golpes de un
bloque de mármol. – responde el maestro.
“Ya… ¿y cómo sabía que estaba ahí
dentro?”
Efectivamente la estatua preexiste como una
maravillosa posibilidad, pero no en el bloque de mármol, sino en la cabeza del
artista.
Cuando percibe esta posibilidad, se entrega a
su realización. Visto así, el tiempo de
vida que cada uno de nosotros tiene por delante, se asemeja a un bloque de
mármol tosco del que se puede extraer, esculpiendo, cualquier tipo de
figura. No importa el tamaño del bloque, tan solo basta con reconocer en ese
bloque la mejor figura posible que se pueda formar y dirigir nuestra actividad
hacia ella.
En los momentos en que pensamos que el futuro
no alberga ningún sentido ya sea por los conflictos internacionales o porque se
está viviendo una crisis financiera, o un divorcio necesitamos una corrección
de la actitud y una ampliación del campo de visión.
Víktor Frankl hablaba de una repolarización
de la actitud “es necesario aprender y enseñar a las personas desesperadas que
en ningún caso se trata de lo que la vida está esperando de nosotros.” La vida
espera de quien ve que todo va mal, que esculpa con arte su propio bloque de
mármol. Además, su limitado “campo de visión” necesitará ampliarse para
percatarse de las magníficas esculturas que pueden salir de ese bloque.
Poder
visualizar a priori nuestra obra, nos salva de darnos por vencidos en las
épocas difíciles de nuestra vida. Esto se reduce a una frase logoterapéutica:
“o
consagramos nuestra vida a un fin, o claudicamos”
1. La tendencia a la claudicación se combate incrementando la esperanza de
satisfacer un sentido, y la única forma de lograrlo es corrigiendo la actitud.
2 .El anhelo por un objetivo en la vida de
sacia habilitando dicho objetivo y la
única forma de lograrlo es ampliando el
campo de visión.
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