viernes, 24 de abril de 2015

El Miedo al Futuro como crisis de Sentido

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El miedo al futuro como crisis noogena (de lo moral y lo espiritual).
Dra. Elisabeth Lukas

Los hechos que se suceden en el mundo no son muy halagüeños, pero los hechos no son un destino ineludible. Son una advertencia y una provocación para que hagamos saltar la chispa creativa, para conjurar el espíritu que llevamos dentro y, con su ayuda, pasar de cuestionar el futuro a responder al presente. Cuando parezca que los problemas globales ya han rebasado casi por completo los límites de la solución, debemos elegir nuestras respuestas a los mismos desde la prudencia y el intento de amortiguar la crisis para evitar, al menos, lo peor.


Un gran número de personas recibe con mucha atención la información detallada de toda la problemática mundial, pero desgraciadamente, la interpreta como un motivo o un pretexto para la falta de esperanza y la falta de responsabilidad. Por ejemplo, a mediados de los años noventa, el círculo alemán de orientación, realizó una estadística durante tres años con 24.518 clientes de centros de orientación familiar, matrimonial y personal. Los encuestados debían citar los problemas y necesidades que los habían llevado a dichos centros. Los datos recabados se ordenaron por temas y sirvieron como cuerpo de análisis para el congreso de orientadores celebrado en Colonia en Octubre de 1995. De los resultados se desprendía que uno de los temas centrales era el formulado por la pregunta: “¿carecemos de futuro?”.
Con una frecuencia inquietante, los clientes habían declarado que tenían menos esperanza, que se sentían depresivos, apáticos, sin ganas de vivir, de planear, y que permanecían en un estado de abatimiento permanente que preferían apartar distrayéndose y olvidando por algún tiempo.   
Si se repitiera la encuesta en la actualidad, los resultados serían probablemente más dramáticos.
En esta situación hay algo que se agita en el fuero interno de miles de personas y les pide que den marcha atrás, que cambien de opinión, que se despierten de su paralización resignada y actúen con un sentido,, de forma inmediata.

Pero, ¿Cuál es el origen del miedo al futuro? Comúnmente los médicos, psicólogos y psiquiatras relacionan rápidamente los síndromes de angustia con neurosis, pero seríamos injustos con la enorme cantidad de personas que miran hacia el futuro con justificada seriedad si las tildáramos a todas de neuróticas.
No se puede concebir ningún origen orgánico ni psicológico en el que radiquen el miedo epidémico al futuro y la falta de esperanza. Solo se puede entender como una enorme agitación noógena del género humano. La pregunta ¿carecemos de futuro? Significa en otras palabras: nos falta el convencimiento de que sería conveniente invertir la inteligencia y el corazón, la mente, el espíritu y todas nuestras fuerzas en la conquista de un futuro digno donde poder vivir. Podríamos incluso estar dispuestos a dar un volantazo en un esfuerzo general si sintiéramos que nuestra existencia tiene sentido. Lo que nos falta no es el futuro en sí, sino la creencia en un futuro “rentable” para invertir en él.
¿El futuro es, pues, rentable? Absolutamente! Más aún, está bajo nuestra responsabilidad, es nuestro material para crear el cielo o el infierno en la tierra.  Frankl utilizaba un símil Bíblico para expresar esto: “si el génesis dice que Dios hizo al hombre el sexto día de la creación y descansó el séptimo, nosotros podemos decir que entonces Dios se cruzó de brazos el séptimo día y que desde entonces, al hombre le queda lo que hace a partir de sí mismo. ¿Y qué hace Dios? Esperar… y ver cómo el hombre pone en práctica de forma productiva las posibilidades creadas. Pero estas posibilidades todavía no se han agotado y Dios espera, descansa, todavía es sabbat, sabbat permanente.
A pesar de los hechos amenazadores, el futuro y todas las situaciones de la vida albergan posibilidades llenas de sentido.

En una exposición de arte, un visitante pregunta a un famoso escultor: “¿Cómo ha podido crear una escultura yana magnífica?” – La he hecho salir a golpes de un bloque de mármol. – responde el maestro.

“Ya… ¿y cómo sabía que estaba ahí dentro?”       
Efectivamente la estatua preexiste como una maravillosa posibilidad, pero no en el bloque de mármol, sino en la cabeza del artista.
Cuando percibe esta posibilidad, se entrega a su realización. Visto así, el tiempo de vida que cada uno de nosotros tiene por delante, se asemeja a un bloque de mármol tosco del que se puede extraer, esculpiendo, cualquier tipo de figura. No importa el tamaño del bloque, tan solo basta con reconocer en ese bloque la mejor figura posible que se pueda formar y dirigir nuestra actividad hacia ella.
En los momentos en que pensamos que el futuro no alberga ningún sentido ya sea por los conflictos internacionales o porque se está viviendo una crisis financiera, o un divorcio necesitamos una corrección de la actitud y una ampliación del campo de visión.
Víktor Frankl hablaba de una repolarización de la actitud “es necesario aprender y enseñar a las personas desesperadas que en ningún caso se trata de lo que la vida está esperando de nosotros.” La vida espera de quien ve que todo va mal, que esculpa con arte su propio bloque de mármol. Además, su limitado “campo de visión” necesitará ampliarse para percatarse de las magníficas esculturas que pueden salir de ese bloque.
Poder visualizar a priori nuestra obra, nos salva de darnos por vencidos en las épocas difíciles de nuestra vida. Esto se reduce a una frase logoterapéutica:
o consagramos nuestra vida a un fin, o claudicamos
 1. La tendencia a la claudicación se combate incrementando la esperanza de satisfacer un sentido, y la única forma de lograrlo es corrigiendo la actitud.

2 .El anhelo por un objetivo en la vida de sacia habilitando dicho objetivo y la única forma de lograrlo es ampliando el campo de visión.

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