lunes, 3 de febrero de 2014

El estudio, la enseñanza y la interpretación de nuestras emociones

,
Desde el aula notamos cierto descontento, falta de motivación, distracciones, entre otros problemas como los propios del aprendizaje como falta de lectura, uso erróneo del lenguaje escrito y oral. Si pretendemos entender lo que sucede, el primer acercamiento debiera ser el emocional hacia el alumno. El uso de las emociones depende de un aprendizaje básico pero directamente relacionado al estudio, pues lo potencia o de lo contrario lo condiciona. El manejo adecuado de las emociones por parte de los educadores es un verdadero reto, pues su desarrollo se sostiene por la Institución, quien en su proyecto educativo, se habilita, promueve y protege el crecimiento humano en ese sentido. Las emociones pueden ser bien o mal aprovechadas, ellas son parte de una habilidad humana: la inteligencia. La inteligencia es la capacidad de hacer uso de elementos abstraídos por nuestra mente de la realidad para utilizarla con fines u objetivos bien delimitados. Gracias a la inteligencia podemos pensar, y generar nuevos conocimientos, encontrar nuevas alternativas a los problemas que nos aquejan o que nosotros mismos hemos creado. La actitud con la cuál enfrentemos esos problemas, la predisposición al trabajo abocado a resolverlos es, sin dudas, la ocupación de nuestra Inteligencia Emocional. El año pasado, 2013 compartimos una jornada muy interesante relacionada a la comunicación asertiva como la habilidad para hacer efectivo tanto la recepción como el envío de información ajustada para la creación de una comunicación creativa y certera. En los alumnos encontramos evidencias de distintos estados emocionales discordantes con nuestra intensión de que aprendan habilidades diferenciadas para el área. La interferencia entre nuestros deseos y los deseos del alumno responden a distintas lecturas de una misma realidad. Nuestro cerebro identifica elementos que pueden serle de interés y motivación y desestima otros que, al no provocarle respuestas verbales o fisio-motoras, no significan nada en él o ella. ¿Por qué? Porque no son parte de su "mundo" o "universo". La realidad cultural entre otros elementos configuran las líneas sobre las cuales se desarrollarán las concepciones, los juicios, los valores y las actitudes frente a determinados sucesos o fenómenos. Pensar ésta realidad no está de más, fundamentalmente para recordar que el aprendizaje es una cuestión social. Lo segundo es que al enseñar ponemos al alumno frente a la posibilidad de sentir miedo, soledad, inseguridad, frustración, etc. Y lo más seguro es que demanden atención, ayuda, acompañamiento e información. Es decir, que la predisposición del docente en acompañar y colaborar con la construcción del aprendizaje en el alumno es tanto o más importante que la del alumno. ¿Por qué? Porque puede haber un alumno poco predispuesto, pero no puede haber (o no debiera estar) un docente "desmotivado". El alumno "necesita" aprender y el docente "debe" enseñar en la esfera del aula y la escuela, dentro del fenómeno de la enseñanza. El deber de enseñar que ha asumido la persona del docente responde a su necesidad de desarrollarse humana (axiológica e inteligentemente), profesionalmente (metodológica, cognitiva y experiencialmente) y como ciudadano comparte responsablemente con otros deberes, derechos y obligacionales sociales que enriquecen la convivencia y hacen progresar la cultura. Pero este legado que hemos comenzado a construir no será interpretado como valioso hasta tanto no interpretemos las necesidades culturales que, como bases, se anteponen a toda construcción. Ignorar ésto augura un triste fracaso en el aula. Desde el punto de vista del alumno, la predisposición al estudio significa o una oportunidad o un estorbo. En parte, el entorno le ha configurado sus opciones y parte el mismo estudiante ha reducido sus posibilidades. Si el alumno no se define entre una y otra opción seguirá el camino hacia la inseguridad y luego a la frustración. Al no decidir, estanca su oportunidad de avanzar y comienza a vivir el aburrimiento. Categorizando todo de aburrido o rutinario no se ve como un actor inteligente o activo sino un espectador cansado de la misma obra cotidiana. Con el paso del tiempo reemplazará intereses por otros cada vez más alejados de la escuela. La mente se acostumbrará y transformará una acción continua en hábito, siéndolo imposible anular sino con la actualización de sus programaciones hacia otros hábitos de interés. Éste año 2014 plantea nuevos desafíos, y uno de ellos es que colaboremos de modo consensuado en la identificación de necesidades reales de nuestros estudiantes, para que el acompañamiento sea desde y hacia el alumno y del alumno hacia el docente.
Prof. Comolli Mauricio

0 comentarios to “El estudio, la enseñanza y la interpretación de nuestras emociones”

 

CPEM#3 Zapala Copyright © 2011 -- Template created by O Pregador -- Powered by Blogger Templates