miércoles, 27 de noviembre de 2013

El Gran Hermano (Adaptado por Asesoría Pedagógica)

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El juego mediático de la exclusión
Por César Hazaki. Psicoanalista. cesar.hazaki@topia.com.ar

El espectador de ayer a hoy:
El programa Gran Hermano se repite con similar éxito en todo el mundo. Es necesario encontrar un patrón predominante que permita desentrañar las identificaciones que los mass media producen para la captura subjetiva y comprender cómo las políticas de seducción que los medios de comunicación llevan adelante ponen en movimiento, en el entretenimiento, fenómenos masivos que son parte de las políticas neoliberales.
Las transformaciones tecnologías hicieron posible que se haya dejado atrás la pasividad ante la pantalla, hoy somos participantes interactivos (celulares, mails, publicidad) y la velocidad e inmediatez de la comunicación necesita que el espectador sea un actor de reparto.
Logo del Programa Gran Hermano (Big Brother)
Logo del Programa Gran Hermano (Big Brother)
Retrocedamos un poco: En los noventa el neoliberalismo necesitaba una ciudadanía que fuera aceptando el desguace del estado y los índices de desocupación en alarmante aumento que vendrían y el miedo a la desocupación fue el eje del sometimiento (mientras los padres eran ganados por Grondona y Neustadt, los jóvenes veían programas de los domingos a la noche de Tinelli y Pergolini: con  bloppers y la música como ejes, aceptando y disfrutando con un humor la expansión sin límite del sadismo dirigido contra el débil (celada a un inocente y propinarle un castigo injustificado con la traición y complicidad de sus amigos; el poder propugnaba la ruptura de todo tipo de lazo solidario para realizar, sin costo, la exclusión social que el capitalismo necesitaba: “Es una joda para Tinelli” fue la frase paradigmática que justificaba la crueldad más terrible, dirigida hacia una sola persona y que contenía dentro de sí los habituales estereotipos del machismo. Con ese plafond el menenismo completó el trabajo que la dictadura había dejado sin terminar, lo que a la luz de los hechos posteriores podemos denominar la segunda oleada neoliberal.
El formato G. H.: goza de gran salud en todo el mundo. Es obvio que esos programas giran en torno al eje inclusión – exclusión, los participantes son votados para poder quedar dentro de los mismos y o salir expulsado hacia el ostracismo. Veamos otros ejemplos: En un programa que hace eje en la gordura y su tratamiento, es necesario adelgazar, semana a semana, para “permanecer” en el programa.
Lo que se dice un negocio brillante al que millones de televidentes responden con interés y que propugna una identificación con el modelo social imperante. Podemos decir que el eje inclusión-exclusión llegó para quedarse y que las audiencias no son de ninguna manera silenciosas al respecto, dado que se esfuerzan en seguir participando.
Se insiste en que el discurso político ha decaído, ya que el mismo no produce los efectos aglutinantes y apasionados de los ciudadanos.
Sin embargo, la aceptación de la ideología predominante no se establece solamente de manera directa, muchas veces las propuestas mediáticas, sobre todo esas que hacen estallar pasiones masivas son las que hablan para y por los poderosos. Nos hacen ver lo que necesitan imponer en el día a día en la cultura del sometimiento.
Llega el momento de preguntarse de qué hablamos cuando analizamos los exitosos G.H. que hacen eje en el par inclusión – exclusión de sus participantes. Ponen en evidencia, con absoluta transparencia, el “darwinismo social” con el que el poder aspira a someter a excluidos y amenazar a los incluidos. El modelo social se hace entretenimiento masivo.
Famosos en casa de Gran Hermano.
Famosos en casa de Gran Hermano.
Este proyecto de la supervivencia del más apto abreva en las ideas de Malthus y Hebert Spencer, éste último, en el siglo XIX, dijo: “Me limito a desarrollar las opiniones del señor Darwin relacionadas con la raza humana. Sólo aquellos que progresan llegan finalmente a sobrevivir y son los seleccionados de su generación”. Una clara división entre winners and losers, que establece como premio la inclusión social para los primeros y la desaparición de la vida comunitaria de los segundos. Los adaptados e incluidos es el voto calificado de los conservadores, son los que cuentan e importan, el resto si desaparecen (o son desaparecidos) mejor. En especial si ponen en cuestión la injusticia. Acción que el estado nunca descarta si de imponerse se trata: el general Dellepiane decía en 1919: “Los hechos de la semana trágica podían haberse evitado haciendo desaparecer uno por uno a los cabecillas, sin ningún arresto legal”. La desaparición del compañero Julio López es una dolorosa afirmación de la misma lógica.
Voto y consumo: Podemos preguntarnos qué hace el público cuando asume un rol protagónico en la exclusión, cómo actúa cuando le “baja el pulgar” a una persona y decide que debe ser expulsada. La primera cuestión es que eso que se llama voto lo constituye como consumidor, debe pagar por su elección. De su bolsillo sale dinero para seguir participando y engrosar el arca del ganador último de las sucesivas exclusiones, en su subjetividad se dan identificaciones que lo llevan a ser parte del proyecto. Primero: hay un adentro y un afuera. El que sale será por sus propias dificultades o limitaciones. Unsimulacro de fusilamiento que el consumidor-votante realiza con pasión: “Estás fuera y yo, entre muchos miles, lo decido”. El espectador y el jurado de individuos que expulsan a las personas trasforman el drama de la exclusión social en una ordalía, una aventura que depende de cada uno de los participantes torcer si aciertan con las actitudes adaptativas correctas.
La “transparencia de la exclusión mediática” indica explicar con sesudez y en forma exhaustiva las razones o pecados que cometió el que queda afuera. Las que deben ser aceptados por el que deberá tomar sus petates y marchar. Se lo echa porque no merece estar en esa comunidad. Es un perdedor ergo un inadaptado social.
El mundo y su relación con la injusticia social:
Una de las preguntas que cabe hacerse, en el contexto mundial de segregación, superpoblación y desempleo creciente, es por qué muchas sociedades de distintas partes del mundo rechazaron la injusticia y la exclusión social en otros momentos históricos y hoy asumen estos costos sociales sin la menor dificultad.
C. Dejours, dice: “En 1980, frente a la creciente crisis del empleo, los analistas políticos franceses preveían que el número de desocupados no podrían tolerar un índice del 4% de la población económicamente activa sin que surgiese una crisis política de envergadura, con disturbios sociales y movimientos de carácter insurreccional capaces de desestabilizar al Estado y la sociedad en su conjunto. Ocurría, en esos años, lo mismo en Japón: los analistas políticos preveían que la sociedad japonesa no podría asimilar, ni política ni socialmente, una tasa de desempleo superior al 4%”. (1)
Los franceses, como la mayoría de las sociedades del denominado primer mundo, pueden soportar hoy sin graves conflictos un 13% o más de su población desocupada. Sigue Dejours: “Hay en Francia un cambio cualitativo de toda la sociedad en su conjunto que implica una atenuación de las reacciones de indignación, cólera y la justicia.Atenuación paralela al surgimiento de reacciones de reserva, duda y perplejidad o franca indiferencia, junto con una tolerancia colectiva a la inacción y una resignación frente a la injusticia y al sufrimiento del otro”. (2)
Como vemos el problema del desempleo y la cantidad de personas que quedan fuera del sistema es tan grave y tan acuciante que recorre el mundo de cabo a rabo. Velada de gala de Gran Hermano
Históricamente un tipo de reunión de las clases dominantes, que retrotrae a lugares exclusivos y de selectivo acceso. Las mismas ropas que aún se usan para ese tipo de reunión dicen a las claras de la raigambre aristocrática de la noche: smoking, frac los hombres, vestidos largos -exclusivamente realizados para esa reunión- las mujeres. Mucho brillo y riqueza al servicio de la misma, tanto en los cuerpos como en el lugar que ocurre el suceso. La fiesta era a puertas cerradas y lo que allí ocurría sólo era conocido por los participantes.
En esta feria de vanidades la “chusma”, esto es el pueblo, sólo podía ver entrar o salir a los elegidos de tales eventos. Comentar quién entraba con quién, admirar sus ropas, peinados, joyas, etc. Tomar partido por alguno o rechazar a otro.
Recogiendo esa tradición aristocrática, cuando se decreta la partida de uno de los participantes, se publicita como una velada de gala. El televidente que por mail o por teléfono excluye a alguien se cree un participe más de la misma, así el proceso de identificación ha realizado todo el camino que el poder desea. Hace campaña por aquello de: “pertenecer tiene sus privilegios”. Es decir es cooptado por la ideología del poderoso. Votando con mayor pasión que en una elección de diputados, más allá de a quién elija, está identificada con un modelo que banaliza la exclusión social.
Es posible que la misma persona después descrea de la manera en que los políticos llevan adelante la función pública, que también sepa y lo diga a los cuatro vientos que la mayoría de ellos son ladrones, pero lo que no puede reconocer que la seducción del poderosoya está dentro de sus deseos y acciones. Se ha identificado con el agresor, por vía del entretenimiento. La seducción y la consecuente manipulación han realizado su tarea para que acepte las reglas del juego, que le permitirá banalizar la injusticia social y aceptarla cada vez más. De este circuito subjetivo se sumaran voluntades para que la sociedad civil se incline hacia la aceptación creciente de la resignación.
Parafraseando a Dejuors decimos que estos programas son una preparación psicológica para soportar la infelicidad y que tienen por objeto colaborar en anular cualquier acción contestataria.
Jugar a ser el verdugo del que se “ganó su ejecución”, es hacerse cargo de la banalización del mal, eje de todas las políticas del darwinismo social que nos somete, es decir: resolver sin dolor, ni indignación cuánta gente en el mundo debe quedar afuera de la distribución de bienes materiales y simbólicos.
Así vuelve un remanente de la escena del castigo público, aquellos cuerpos supliciados que tan profundamente analizaron Bataille y Foucault y que habían desaparecido de la escena pública en el siglo XIX. Vuelven como la velada de gala para dar raigambre a metáforas de la exclusión y la necesaria banalización de la gravedad de la misma para aceptarla.
Mantuvo al gobierno y a familias desunidas por años, sólo por perseguir una ideología política contraria.
Mantuvo al gobierno y a familias desunidas por años, sólo por perseguir una ideología política contraria.
Con la caída del muro de Berlín se festejó la expansión del sistema democrático. Hoy vemos que las murallas se extienden por diversas partes del mundo: EE. UU ante México, Israel contra los palestinos, Brasil en la frontera con Paraguay; también que las formas de exclusión y segregación han crecido de manera insospechada. Consecuentemente con lo anterior han crecido el elitismo y el pensamiento seudo-religioso (además del pensamiento que da a la voluntad individual un aparente poder ilimitado).
Las audiencias que votan actúan las razones del exterminio. La mayoría de los televidentes son tan prescindibles como los expulsados, por el momento son sólo una necesidad relativa para el poder. Como siempre sucede en la historia llegará el momento en que se escandalizarán preguntándose cómo sucedió aquello que lleva directo a lo siniestro.
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Notas: (1) y (2) Christophe Dejours (2006). La Banalización de la Injusticia Social. Ed. Topía: Buenos Aires.

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